domingo, 5 de marzo de 2017

Volver

Volvimos a actuar al Harlem de Barcelona después de casi diez años de ausencia. La sensación de retornar a una ciudad a un espacio familiar siempre es particular. Es como volver a casa, a un sitio donde se han vivido grandes emociones (actuar, entregar tu energía a un público siempre es una gran emoción). Se conoce a los técnicos (si aún están los mismos). Se conoce el escenario y sus particularidades, que el sonido requiere de determinados micrófonos, que no hace falta monitores, etc..

Pero lo más notable es reencontrarse con el público... y no hablo del público como una masa abstracta y anónima, sino de encontrarse con personas, seres humanos que te vieron hace diez, o hasta veinte años atrás, que  por fin, se sienten con la confianza de aproximarse, como quien se encuentra con un viejo amigo, a hablarte y contarte lo que sintieron o lo que significo la actuación para ellos.

Es una retroalimentación bastante tardía, pero tremendamente enriquecedora para un actor o un músico.

En muchas ocasiones, sobre todo cuando no se trabaja con más compañeros, el escenario es un monumento a la soledad. Llega la hora de la presentación y uno se encuentra con centenares de espectadores, a los que se entrega toda la energía y el cariño. Termina el espectáculo, el auditorio agradece emocionado con sus aplausos y se marcha. Uno se cambia en el camarín, arregla sus bártulos, vuelve al escenario  y enfrenta la platea para marcharse... pero esta vez las butacas están vacías y el silencio es ensordecedor. La energía bonita creada hace pocos minutos atrás, se ha ido con cada persona a la calle y a sus casas.

Habrá que esperar unos años para volver y que alguno se acerque y te diga: "Yo te vi hace tiempo y me emocionó".



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