miércoles, 7 de diciembre de 2016

"80 centímetros de dignidad" o Juglarías en la Sierra de Madrid

Todo estaba listo para arrancar la presentación "La Mochila del Juglar". Los instrumentos afinados, los títeres colocados, los actores vestidos y el ánimo dispuesto. El escenario se había armado en "la nave", un espacio  que un grupo de habitantes de Fresnedillas de la Oliva (un pueblo de 1500 habitantes de la Sierra Madrileña) han generado para encontrarse.

Se abrieron las puertas para el público y el primero en entrar fue un niño de unos seis años que, sin pestañear, se dirigió decidido hacia un sector donde habían unas cajas repletas de juguetes de madera (justo detrás del improvisado escenario).

Cuando vi las oscuras intenciones del pequeño interpuse mi metro ochenta y siete en el trayecto del pequeñajo.  Si le permitía acceder a los juguetes que se encontraban justo en el lugar donde íbamos a actuar, todos los demás niños y niñas querrían hacerlo... y con un público distraído  la presentación no arrancaría con buen pie.

El pequeño, al ver la mole que se colocaba delante él, levantó su digna mirada desde sus 80 centímetros y confrontando mi mirada, exigió:
- Voy a por los juguetes.
- Ahora no se puede. Porque acá vamos a presentar un espectáculo.

Lanzó una ojeada hacia la seductora caja repleta de juguetes. Caviló ensimismado por unos segundos. Me miró de abajo arriba y de arriba a abajo... calculó sus opciones... y luego de unos segundos: "Pues se me ocurre una idea genial. Veo primero el espectáculo y después voy por los juguetes", se dio media vuelta y se dirigió a buscar la mejor localidad del  espacio.

- "¡Qué excelente idea!", alcancé a decirle yo, reprimiendo la risa.

Y el pequeño, mientras se alejaba y sin siquiera girarse, me lanzó un dignísimo: "¡Lo sé! Así soy yo."

La presentación salió muy linda. Los jarandos (gentilicio de Fresnedillas) demostraron ser un público absolutamente encantador. Por su parte,  el pequeño que habíamos conocido antes de iniciar, se mantuvo durante toda la presentación, con el ceño fruncido, los brazos cruzados y alerta a todos nuestros movimientos.

Terminada la obra y mientras recogíamos nuestros artilugios para marcharnos, vi que el pequeño, tal como lo había prometido, se dirigía decidido hacia la caja de juguetes.
De pronto, desvió su trayectoria y se quedó frente a mí.
-  Habéis estado muy bien. ¡¡Sois unos "cracks"!!

Esbozó una gran sonrisa y continuó hacia los juguetes de madera.

El próximo fin de semana, 10 y 11 de diciembre, estaremos actuando en "La Seta Verde" de Zarzalejo, otro pueblo en la Sierra Madrileña, otra localidad de 1500 habitantes... y seguro que encontraremos entre el público  más de algún pequeñajo divertido... pero no pierdo la esperanza de que aparezca el de las ideas geniales que conocimos en Fresnedillas. Después de todo, son pueblos muy cercanos y siempre es una gran alegría encontrarse con amigos críticos y con  80 metros de dignidad.

Texto: Alfredo Becker - Ilustración: Gema Hernández Correa - Foto: Mónica Barón

Premio del Público

Un tiempo ya ha pasado desde mi vuelta a casa. Las maletas han sido desempacadas; la rutina retomada; y los aromas, sabores, acentos y acordes limeños lentamente se han ido posando cariñosamente en los vericuetos de mi nostalgia.

Después de quince años sin pisar escenarios peruanos, volví a Lima gracias a la invitación del festival "Cuéntamelo" organizado por el Centro Cultural Británico. El espectáculo seleccionado fue "Con Buen Sentido del Horror". Un trabajo en que combino cuentos, títeres y música para jugar con relatos de la tradición oral. Historias "de toda la vida" que nuestros testarudos mayores han impedido que se empolven de olvido.

La acogida fue tremendamente entrañable, hasta el punto en que el espectáculo se llevó el premio del público. ¡¡Pero ojo!! No me refiero al reconocimiento otorgado por la votación de los asistentes. Que por supuesto agradezco de todo corazón.

Me refiero a cariños, risas, aplausos, comentarios (y hasta algún beso) lanzados desde las butacas.

Me refiero a los abrazos, preguntas, miradas cómplices y críticas cariñosas lanzadas en el pos espectáculo.

Me refiero a haber contado entre los espectadores con los otros invitados a encantar con sus historias en este festival:
La sabia, aguda, provocadora, pícara y maravillosa narradora Alejandra Oliver.
El verso delicado, poderoso, cariñoso, profundo y armoniosa de Eduardo Chaves.
La juiciosa esencia de la tierra, la cándida ternura de Gary Aranda,
La voz frugal, parsimoniosa, teñida de incienso y conciencia de Richard Mora.
La vigorizante esperanza, el sueño intacto de Maritta Carrión.
y tantos otros colegas y amantes del cuento que nos premiaron con sus oídos, sus sonrisas y su disfrute. 

¡Qué privilegio! Poder vivir de lo que se ama y poder compartir con seres humanos tan entrañables. ¡Qué gran premio!