martes, 18 de abril de 2017

¿Libros Molones?

Se viene una nueva jornada en que celebramos al libro... "aquel objeto de muchas páginas, sin animaciones, ni música y que los adultos insisten en que mola."

¿Acaso pensarán eso nuestros niños y niñas, contraponiendo aquel amado objeto (por parte de nosotros) a sus tablets, móviles y ordenadores?

Pues, por si acaso, hemos decidido lanzar un taller que va a permitir a los peques (de entre 6 y 12 años) experimentar con este maravilloso objeto. Cada niño va a plasmar en ilustraciones animadas al 3D (libros pop up) una historia de su propia creación.

El encuentro con el libro se hará en dos jornadas: El sábado 22 (de 17 a 19h)  y el domingo 23 (de 11 a 14h).


Requisitos: imaginación y muchas ganas de reír, jugar, crear y pasárselo fenomenal.


domingo, 5 de marzo de 2017

Volver

Volvimos a actuar al Harlem de Barcelona después de casi diez años de ausencia. La sensación de retornar a una ciudad a un espacio familiar siempre es particular. Es como volver a casa, a un sitio donde se han vivido grandes emociones (actuar, entregar tu energía a un público siempre es una gran emoción). Se conoce a los técnicos (si aún están los mismos). Se conoce el escenario y sus particularidades, que el sonido requiere de determinados micrófonos, que no hace falta monitores, etc..

Pero lo más notable es reencontrarse con el público... y no hablo del público como una masa abstracta y anónima, sino de encontrarse con personas, seres humanos que te vieron hace diez, o hasta veinte años atrás, que  por fin, se sienten con la confianza de aproximarse, como quien se encuentra con un viejo amigo, a hablarte y contarte lo que sintieron o lo que significo la actuación para ellos.

Es una retroalimentación bastante tardía, pero tremendamente enriquecedora para un actor o un músico.

En muchas ocasiones, sobre todo cuando no se trabaja con más compañeros, el escenario es un monumento a la soledad. Llega la hora de la presentación y uno se encuentra con centenares de espectadores, a los que se entrega toda la energía y el cariño. Termina el espectáculo, el auditorio agradece emocionado con sus aplausos y se marcha. Uno se cambia en el camarín, arregla sus bártulos, vuelve al escenario  y enfrenta la platea para marcharse... pero esta vez las butacas están vacías y el silencio es ensordecedor. La energía bonita creada hace pocos minutos atrás, se ha ido con cada persona a la calle y a sus casas.

Habrá que esperar unos años para volver y que alguno se acerque y te diga: "Yo te vi hace tiempo y me emocionó".



lunes, 23 de enero de 2017

Libros vs. Multimedia

"¡¡Los libros están obsoletos!! La tecnología, la multimedia, los e-books los han reemplazado."
Aplastante y arriesgada aseveración ¿Qué creéis vosotros? ¿Será cierto que el libro está a punto de pasar a se un objeto de museo? ¿Será que los lectores de tinta y papel tendrán que ir a los anticuarios en busca del vetusto objeto?

Luego, están los del otro bando. He podido escuchar perlas rotundas, del calibre de: "¡Jamás una película superará a un buen libro!"; "Los que no leen libros y se enteran de las cosas por la TV (Documentales, telediario, etc.) o en ordenadores son unos analfabetos ignorantes."

... y así,­ sube el tono entre los confrontados "pro libro" y los "frikis" tecnológicos.

Pues, permítanme decirles, desde mi humilde opinión, que creo que esta confrontación producida por el paso del leguaje escrito al lenguaje multimedial, trasciende las fronteras de la exageración y me parece que se deja un poco de lado lo esencial.

¿Qué es más importante: El lenguaje (la forma en que se transmite la información), o lo que contiene el lenguaje (la información)?

¿Es más valioso un libro de Belén Esteban (en papel, tinta y portada dura) que un documental sobre el deshielo de los casquetes polares (con "enajenantes" imágenes de pingüinos adorables y "distractora" música de fondo)?
¿Es más edificante disfrutar de la temporada 17 de gran hermano, que del libro del Gabriel García Márquez: "Cien años de Soledad"?

Me imagino como habrá reaccionado el personal en otra época similar... en otro cambio de lenguaje. En aquellos años en que se pasaba del lenguaje oral al lenguaje escrito.

"¡¡Es que, ni el frío papel ni la sucia tinta, podrán captar jamás la calidez y dulzura de las palabras lanzadas por un cuenta cuentos!!"; "¡¡Solo los libros pueden conservar los textos sin ser tergiversados al antojo de un payaso orador!!"

Habrán cambiado los vestuarios y los acentos, pero la confrontación, tiene que haber sido muy similar a la de nuestra época.

Pues, observando la evolución del careo: "Oralidad Vs. Palabra escrita", vemos que el libro nunca llevó a los cuenta cuentos a la extinción, ni mucho menos. De hecho, se han fortalecido, multiplicándose y profesionalizándose. Existen grandes eventos en muchos lugares del mundo donde se constata la buena salud de estos sujetos que viven de contar historias de forma oral. Incluso, son contratados por la industria editorial para la promoción del libro y la lectura (... y en algunos casos, en contra de la "perversa" amenaza digital).

Seguramente ese mismo, será el destino de la confrontación actual. La multimedia alcanzará avances asombrosos y el libro se fortalecerá, gracias a sus particularidades únicas. Sin que, finalmente, se exterminen el uno al otro.

...y hablando de particularidades...  la razón por la que empecé a reflexionar sobre este tema, era comentarles que muy pronto, estaremos dictando un taller sobre una de esas particularidades únicas que tiene el libro: Un taller de pop up, un curso donde aprenderán  a crear estructuras de papel que brotan desde un libro, convirtiéndolo en objeto artístico. Esto será el 18 y 19 de febrero en La Casa de Los Jacintos (En La Latina, Madrid - Informes 616 16 98 08).

En fin, volviendo a lo esencial, lo importante no es el formato... lo sustancial  es lo que se entrega. Si vas a transmitir basura, da lo mismo si lo haces de forma oral, escrita, multimedial o con un hermoso libro pop up (que puedes aprender a hacer en nuestro próximo taller).}


¡He dicho!


miércoles, 7 de diciembre de 2016

"80 centímetros de dignidad" o Juglarías en la Sierra de Madrid

Todo estaba listo para arrancar la presentación "La Mochila del Juglar". Los instrumentos afinados, los títeres colocados, los actores vestidos y el ánimo dispuesto. El escenario se había armado en "la nave", un espacio  que un grupo de habitantes de Fresnedillas de la Oliva (un pueblo de 1500 habitantes de la Sierra Madrileña) han generado para encontrarse.

Se abrieron las puertas para el público y el primero en entrar fue un niño de unos seis años que, sin pestañear, se dirigió decidido hacia un sector donde habían unas cajas repletas de juguetes de madera (justo detrás del improvisado escenario).

Cuando vi las oscuras intenciones del pequeño interpuse mi metro ochenta y siete en el trayecto del pequeñajo.  Si le permitía acceder a los juguetes que se encontraban justo en el lugar donde íbamos a actuar, todos los demás niños y niñas querrían hacerlo... y con un público distraído  la presentación no arrancaría con buen pie.

El pequeño, al ver la mole que se colocaba delante él, levantó su digna mirada desde sus 80 centímetros y confrontando mi mirada, exigió:
- Voy a por los juguetes.
- Ahora no se puede. Porque acá vamos a presentar un espectáculo.

Lanzó una ojeada hacia la seductora caja repleta de juguetes. Caviló ensimismado por unos segundos. Me miró de abajo arriba y de arriba a abajo... calculó sus opciones... y luego de unos segundos: "Pues se me ocurre una idea genial. Veo primero el espectáculo y después voy por los juguetes", se dio media vuelta y se dirigió a buscar la mejor localidad del  espacio.

- "¡Qué excelente idea!", alcancé a decirle yo, reprimiendo la risa.

Y el pequeño, mientras se alejaba y sin siquiera girarse, me lanzó un dignísimo: "¡Lo sé! Así soy yo."

La presentación salió muy linda. Los jarandos (gentilicio de Fresnedillas) demostraron ser un público absolutamente encantador. Por su parte,  el pequeño que habíamos conocido antes de iniciar, se mantuvo durante toda la presentación, con el ceño fruncido, los brazos cruzados y alerta a todos nuestros movimientos.

Terminada la obra y mientras recogíamos nuestros artilugios para marcharnos, vi que el pequeño, tal como lo había prometido, se dirigía decidido hacia la caja de juguetes.
De pronto, desvió su trayectoria y se quedó frente a mí.
-  Habéis estado muy bien. ¡¡Sois unos "cracks"!!

Esbozó una gran sonrisa y continuó hacia los juguetes de madera.

El próximo fin de semana, 10 y 11 de diciembre, estaremos actuando en "La Seta Verde" de Zarzalejo, otro pueblo en la Sierra Madrileña, otra localidad de 1500 habitantes... y seguro que encontraremos entre el público  más de algún pequeñajo divertido... pero no pierdo la esperanza de que aparezca el de las ideas geniales que conocimos en Fresnedillas. Después de todo, son pueblos muy cercanos y siempre es una gran alegría encontrarse con amigos críticos y con  80 metros de dignidad.

Texto: Alfredo Becker - Ilustración: Gema Hernández Correa - Foto: Mónica Barón

Premio del Público

Un tiempo ya ha pasado desde mi vuelta a casa. Las maletas han sido desempacadas; la rutina retomada; y los aromas, sabores, acentos y acordes limeños lentamente se han ido posando cariñosamente en los vericuetos de mi nostalgia.

Después de quince años sin pisar escenarios peruanos, volví a Lima gracias a la invitación del festival "Cuéntamelo" organizado por el Centro Cultural Británico. El espectáculo seleccionado fue "Con Buen Sentido del Horror". Un trabajo en que combino cuentos, títeres y música para jugar con relatos de la tradición oral. Historias "de toda la vida" que nuestros testarudos mayores han impedido que se empolven de olvido.

La acogida fue tremendamente entrañable, hasta el punto en que el espectáculo se llevó el premio del público. ¡¡Pero ojo!! No me refiero al reconocimiento otorgado por la votación de los asistentes. Que por supuesto agradezco de todo corazón.

Me refiero a cariños, risas, aplausos, comentarios (y hasta algún beso) lanzados desde las butacas.

Me refiero a los abrazos, preguntas, miradas cómplices y críticas cariñosas lanzadas en el pos espectáculo.

Me refiero a haber contado entre los espectadores con los otros invitados a encantar con sus historias en este festival:
La sabia, aguda, provocadora, pícara y maravillosa narradora Alejandra Oliver.
El verso delicado, poderoso, cariñoso, profundo y armoniosa de Eduardo Chaves.
La juiciosa esencia de la tierra, la cándida ternura de Gary Aranda,
La voz frugal, parsimoniosa, teñida de incienso y conciencia de Richard Mora.
La vigorizante esperanza, el sueño intacto de Maritta Carrión.
y tantos otros colegas y amantes del cuento que nos premiaron con sus oídos, sus sonrisas y su disfrute. 

¡Qué privilegio! Poder vivir de lo que se ama y poder compartir con seres humanos tan entrañables. ¡Qué gran premio!


miércoles, 16 de septiembre de 2015

La Historia de Tito, un hombre común

Érase  una vez, hace muchos años, en la Tierra del Maíz, en el País de las Nieves, en la ciudad del nuevo extremo… un hombre. Un hombre como cualquiera. Un hombre con esposa, dos hijas, una casa pequeña y un Renault 4.

Al hombre le decían Tito y era un hombre normal, pero tenía algunos atributos:

Tito sonreía… Bueno, ustedes me dirán que eso lo hace todo hombre normal… Pero su sonrisa se salía de lo común. Porque cada vez que Tito esbozaba el gesto amable iluminaba rincones teñidos de angustia y se desempantanaban hermosas remembranzas de la infancia. El sosiego retornaba al pecho y los sueños se mantenían intactos como esperanzas ciertas.

Tito fruncía el seño… Bueno también eso es algo que hace todo hombre normal… Pero en él era distinto. Pues cuando su semblante se inquietaba, abría ojos y conciencias… y entonces saltaban a la vista las injusticias y sinrazones más aberrantes.  Letra por letra quedaban expuestos obscenos mercaderes, exterminadores de ilusiones, fratricidas y cerdos uniformados y blindados.

Tito decía, hablaba, conversaba, dialogaba… ¡Nada más normal!… A no ser que uno tenga algún tipo de impedimento, esto es algo completamente corriente. Pero cuando Tito decía era distinto… pues incontables se arrimaban a escuchar y a amamantar el alma, el espíritu, el coraje, los sueños, con señales tiernas, gratas, nobles, valientes. Todos solicitaban la amistad de Tito… y la obtenían.

Tito cantaba… Bueno, eso es algo muchos hacen… pero es que cuando Tito cantaba: Tito sonreía. Tito fruncía el seño. Tito decía… y todo lo que de el salía estaba rematadamente preñado del más hondo e insondable amor.

Porque Tito amaba… amaba a su esposa, amaba a sus hijas, amaba a su gente,  Tito amaba y era amado por su pueblo.

Bueno, pero eso también es normal. Cualquiera ama lo suyo.

Lo que no es normal es que por amar y por cantar seas torturado, mutilado y asesinado

Érase  una vez, hace muchos años, en esta, la Tierra del Maíz (América), en el País de las Nieves… el sur… en Chile, en Santiago del nuevo extremo… un hombre al que le decían Tito y que se llamaba Víctor Jara. Un hombre como cualquiera. Un hombre con esposa, dos hijas, una casa pequeña y un Renault 4. 


jueves, 21 de mayo de 2015

Cuentos que cambian el mundo

Un zaguán para el Cuento

En 1994 un grupo de jóvenes, que amábamos los cuentos, quisimos crear un espacio para juntarnos a contar y crear historias. Historias leídas, narradas, teatralizadas, titiriteadas, cantadas, pero sobre todo, historias especiales. Relatos que tocaran el alma, que sorprendieran, que enseñaran, que emocionaran.

El espacio era un humilde zaguán de una vieja casona en el barrio Brasil de Santiago de Chile. Los altos techos de la casa fueron los primeros en sorprenderse con los cuentos, personajes, melodías y muñecos que se escapaban de los libros.

El quicio de una ventana interior fue escenario de un primer encuentro entre un delirante Don Alonso Quijano y su Dulcinea del Toboso. El diminuto Quijote de goma espuma y tela se rizaba los bigotes ante la aparición majestuosa de su musa. Jamás, improvisado teatrino presenció tan desbocado amor.

A través de la Mampara sorprendimos a Mr.Taylor intentando vender la oveja negra de Augusto Monterroso, mientras por entre los sombreros del perchero, montado en el colorido caballo de Aquiles Nazoa escondía sus picardías Juan Urdemales.

En pocas semanas, nuestro espacio se pobló de personajes e historias que interactuaban, se entremezclaban y crecían, llenándolo todo de colores y deseo. El deseo de poder ser contados, de llegar al público, de tocar almas y cambiar vidas. De poder invertir esa estadística que afirma que los cuentos ya no son leídos. Que los personajes se aburren encerrados entre letras y papel.

En aquel humilde zaguán prestado, centenares de personajes y cuentos se declararon en rebeldía: "¡¡Si no vienen a leernos, saldremos nosotros a enriquecer sus mentes y a tocar sus corazones!! ¡¡A Cambiar el mundo!!"


El paso siguiente fue una vorágine de bolsos y maletas. Encontrar los envoltorios que protegieran los títeres, historias e instrumentos en un peregrinar por colegios, bibliotecas, teatros, cárceles, plazas y hasta barcos. Cualquier espacio donde pudiéramos encontrar gente dispuesta a escuchar y a emocionarse con un cuento.

Veinte años han pasado desde ese primer día en que nos encontramos con aquel zaguán grande y vacío que pronto nos quedó pequeño a fuerza de historias y sueños. Veinte años en que nos hemos dedicado a recorrer, cuento en ristre: pueblos, ciudades, países y desasosiegos.  Veinte años se han precipitado y los jóvenes que éramos entonces, lo seguimos siendo gracias a nutrirnos de tanto cuento. Los cuentos leídos y los cuentos vividos.

Porque los cuentos generan nuevos cuentos, historias que surgen de la gente cuando escucha un cuento, y creo que esa es la mejor forma de narrar este cuento... con cuentos:

Público Cautivo

En el marco de un Encuentro de Cuenta Cuentos para adultos en el noreste de Colombia, invitaron a un narrador a actuar en la cárcel.

Aquella calurosa tarde los internos del penal vieron su siesta sorprendida por una racimo de historias que abrían ventanas y rejas. Cuentos profundos cargados de humor y sorpresa.

Una vez terminados los sesenta minutos de cuentos, en que los reclusos habían escapado a su más tiernos recuerdos, uno de los espectadores se acerco al cuenta cuentos:

- ¡Qué cosa tan maravillosa es lo que usted ha hecho! ¿Cuándo vuelven por acá a contarnos?

El narrador de historias, que solo estaría por pocos días en la ciudad, cumpliendo con los compromisos del Encuentro, un poco turbado ante la imposibilidad de satisfacer la emoción de aquel hombre, le contesta:

- No sé muy bien... Tal vez vengamos el próximo año, durante un nuevo Encuentro.

La frustración del recluso era evidente:

- ¡Mierda! Salgo en ocho meses. ¡El próximo año, ya no estaré acá!


Hernández inmortal

En 2010 se cumplía el centenario del natalicio del poeta Miguel Hernández. La Red de Bibliotecas de Barcelona (España), nos contrató para presentar un espectáculo de cuenta cuentos para público familiar en cuarenta y cinco bibliotecas. Debíamos contar la vida de Miguel y su poesía.

Narrar la vida, y sobre todo la muerte, del poeta para público infantil, resultaba bastante complejo, pues Hernández tuvo una historia que se alejaba absolutamente a los acostumbrados finales felices. Miguel murió a los 31 años. Tras perder la guerra, fue separado de su mujer y su hijo recién nacido. Fue encarcelado y afectado por una tuberculosis terminal que sus captores se negaron a tratar, a no ser que renunciara y renegara  de sus escritos e ideales.

¿Cómo contarles a los niños y niñas esta historia, sin trastocar la verdad, y sin dejarles un mensaje negativo?

La solución fue contarles de que Miguel Hernández no había muerto... y que no moriría jamás. Bueno, su cuerpo quedo enterrado en su pueblo, pero él siguió viviendo a través de los poemas que enviaba a su niño y a su esposa. Por entre los barrotes lanzaba sus escritos que como gorriones volaban a poblar sus libros, canciones y corazones... y que mientras lo leyéramos él siempre estaría con nosotros.

A los pocos días de una de aquellas presentaciones en la bella ciudad de Barcelona, me vi sorprendido por el siguiente mensaje:

 Hola, Disculpad el atrevimiento de escribir, pero el espectáculo de ayer nos encantó y queríamos daros las gracias y compartir con vosotros el "postcuento", porque siempre os lo perdéis. Hay cuentacuentos que nos entretienen, otros que nos emocionan y el de ayer fue de los que mueven y conmueven. A mi hijo pequeño le encantó y mi hijo mayor llegó a la conclusión que las guerras son un rollo y que siempre pierden los buenos.
 Cuando llegamos a casa le dijo a su padre que el cuento había acabado mal porque Miguel se moría. Está en la edad de hablar sobre la muerte y nos ayudó saber que nadie muere si está en el recuerdo del otro y canta sus canciones, las de cada uno. Para dormir leímos las canciones de García Lorca (se acordó que era amigo de Miguel) y entonces sí se convenció que las guerras son un rollazo!! No le gustó nada que lo mataran. Debo felicitaros por todo el espectáculo, no había nada gratuito, todo estaba pensado, y acercasteis el poeta a los niños de una manera tierna y amable. A mí me conmovió.


Lluvia de Palabras

Un connotado narrador argentino se presentaba en la región altiplánica de su país. Se trataba de un pequeño pueblo, cuyos habitante habían acudido en masa a ver la presentación de cuentos en un pequeño gimnasio, único espacio que poseía la pequeña localidad para este tipo de eventos.

La presentación fue muy exitosa y duró el tiempo acostumbrado, es decir entre sesenta y setenta minutos. Concluida la última historia, el cuenta cuentos procede a despedirse. Pero con satisfacción descubre que el público inquieto le pide que cuente más. "¡Otra!", se escucha desde distintos puntos del auditorio.

El narrador muy orgulloso por la aceptación alarga la presentación y narra otros veinte minutos y concluye con una segunda despedida que nuevamente se ve interrumpida por "¡Otra!", "Un cuento más".

Conmovido, el narrador se dirige a su insaciable público y le cuenta la gran emoción que le provoca ver tanto afecto por las historias, y les comenta: "A ustedes, les gustan muchísimo los cuentos".

Y uno de entre el público le contesta:

.- Sí, nos gustan. Pero no es por eso. Es que afuera está lloviendo. ¿Podría contar otro cuento hasta que se pase la lluvia? Es que no querremos mojarnos camino a casa.


¿Hay en el cielo de Colombia un coleccionista de nubes?

Pablo Neruda había escrito esto en su "Libro de las Preguntas", y a mí me resonaba una y otra vez en la cabeza, mientras comprobaba como jugueteaban multiformes nubes con la vegetación en el páramo colombiano a casi 3000 metros de altura.

Era una hermosa coincidencia, ya que nos habían invitado a actuar en una fiesta de un pequeño pueblo cercano a Bogotá, precisamente con un espectáculo sobre nuestro querido Pablo.

La fiesta comenzaba a las 15h00, pero nosotros, por ser el número internacional, estábamos programados para actuar a las 20h00. La organización había decidido llevarnos temprano al pueblo, para que pudiéramos conocer el lugar y disfrutar de la fiesta de su inicio.

Muy pronto empezamos a percatarnos de la gran cantidad de licor que circulaba entre los asistentes a la celebración.  Lo que nos empezó a generar preocupación. Por experiencia sabíamos que un público alcoholizado, no se caracteriza por ser el mejor auditorio para el cuento y la poesía y angustiados comprobabamos que a  medida de que se acercaba la hora de la actuación, más borrachines circulaban por el sitio.

Intentamos hablar con los organizadores, pero para nuestro estupor, los encontramos más borrachos que muchos.

A la hora pactada se hizo el anuncio y subimos a escena. Frente a nosotros había un centenar de hombres y mujeres "enrumbados" (como dicen los colombianos), ebrios y con ganas de bailar.

Haciendo de tripas corazón, arrancamos con el espectáculo. Una puesta en escena  que consistía en relatos, poemas narrados y algunos cantados (pero ninguno bailable).

Nos sentíamos completamente desguarnecidos y fuera de sitio. Lanzábamos y cantábamos la palabras de nuestro monumental vate: "Para que tú me oigas, mis palabra se adelgazan como las huellas de las gaviotas en la playa"... las palabras se sumergían y se perdían entre los gritos y los brindis. Nos mirábamos resignados, tomábamos aire y arremetíamos nuevamente: "desnuda eres tan simple como una de mis manos".

Pero, de pronto, algo cambio. En medio de un: "Amo el amor de los marineros que besan y se van. Amor que puede ser eterno y puede ser fugaz.", unos cuantos levantaron la mirada. Y el gesto fue contagioso. Después de diez minutos la gran mayoría de los espectadores, nos miraba con profundo respeto.

La presentación  no fue larga. Habrá durado unos treinta y cinco minutos. Pero fue tiempo suficiente para llevarnos desde la angustia, pasando por el desconcierto, luego a la desolación, y por fin a la euforia.  La euforia que nos provocó comprobar la fuerte que es la palabra... la palabra magistralmente bien usada, como la usaba Neruda.

Bueno, luego también quedo tiempo para la tierna sorpresa, cuando finalizada la presentación se nos acercó un campesino colombiano a comentarnos:

- Oiga! Qué bueno este señor Neruda. Lástima que solo tenga veinte poemas.

A lo que debimos haber respondido:

- ...y una canción desesperada.


Manos Arriba

Descendían desde un avión a la loza del aeropuerto de San Vicente del Caguán un grupo de contadores de historias y titiriteros muy queridos. Llevaban en sus maletas, a una problemática región de Colombia, historias de piratas. Aquel pueblo marcado por un eterno conflicto entre guerrilleros y paramilitares iba a poder disfrutar de hermosas historias de corsarios y marinos.

Grande fue la indignación de estos amigos artistas, al ver a un grupo de militares, encargados de la seguridad, zamarreando bolsos y clavando bayonetas en las maletas donde venían los títeres. 

Uno de los titiriteros, irreverente y juguetón, sin medir riesgos, corrió a defender a sus consentidos de cartón y tela, exclamando: "¡No les hagan nada! ¡No los torturen! ¡Que los únicos que los podemos hacer hablar somos nosotros!"

El militar a cargo, le lanzó dos cosas:  una mirada asesina y la orden de que abriera la maleta.

Bajo el ojo atento y los cañones de los uniformados, el titiritero, raudo, descubrió la tapa de la maleta y a la vista saltó la sorpresa. El títere principal del espectáculo, apareció con la mirada aterrorizada y sus dos pequeñas manos alzadas.

Hasta los militares no pudieron contener la risa.

Aquella gira por San Vicente ya no tuvo ningún otro tropiezo. La ciudad altamente militarizada se transformó volviéndose amable y atenta para ese grupo de cuenta cuentos y titiriteros... y todos sabían a quien debían agradecérselo.

Cambiando el mundo

Estábamos en el camarín de un pequeño teatro de escuela, guardando nuestras cosas y cambiándonos para marcharnos. Los cuentos de esa mañana habían concluido. Habíamos tenido una hermosa presentación para doscientos alumnos de un colegio que nos era familiar. Era la segunda vez que les contábamos historias. Habíamos estado justo un año antes.

Ya listos para marcharnos, se nos acercó una pequeña de ocho años. Tímida, me extendió su mano y mientras bajaba la mirada me explicó que me quería felicitar y agradecer.

- Gracias por sus cuentos. El año pasado, cuando los vi por primera vez, mi vida cambió por siempre.

Y sin más, se marchó. Dejándonos boquiabiertos y anonadados.

El profesor de la pequeña evidenciando nuestro estupor, vino aclararnos el desconcierto absoluto. Nos contó que la niña después de habernos visto la primera ocasión, había empezado a escribir sus propias historias y que con ellas, había ganado un concurso de relatos. Nos explicó que para ella había sido muy importante, pues coincidió con la época en que sus padres se estaban divorciando. Entonces, que había hecho catarsis a través de los cuentos.

El silencio marcó el regreso a casa. No nos dijimos nada, pero creo que todos pensábamos lo mismo. Todos recordábamos aquella primera reunión en un viejo zaguán del barrio Brasil en que nos prometimos que desde los cuentos, desde la literatura, desde el arte, íbamos a cambiar el mundo.

Veinte años han pasado y aún falta todo por hacer. Pero tenemos la certeza, de que por ahí, por distintas ciudades, pueblos y barrios, hay muchas niñas y niños, adultas y adultos, que algún día soñaron con nuestros cuentos... y que ahora andan contando y creando historias. Historias leídas, narradas, teatralizadas, titiriteadas, cantadas, pero sobre todo, historias especiales. Relatos que tocan el alma, que sorprenden, que enseñan, que emocionan.


Historias que cambian el mundo.


(Texto de Alfredo Becker con las hermosas ilustraciones de Gema Hernández Correa)